En este
viaje… o en estos lugares (África, Asia, Sudamérica), uno está activo tan
pronto (hacia las 6h o antes y, sorprendentemente, sin remolonear mucho), que a
las 9h da la sensación de que haya pasado ya toda la mañana. Incluso se tiene hambre
de almuerzo a las 11h30, hora a la que suelen comer los vietnamitas y que nos pareció
extremada la primera vez que nos la propusieron.
Comparaciones
(que no son buenas): África, en general, me pide que le haga fotografías a cada
paso. Vietnam, sin embargo, no.
En
Saigón el marinero suda de stress al atravesar las calles más amplias por las
que corren multitud de coches y motos en ambas direcciones. Hay que ser
decidido al cruzar las calles de Asia, no dudar. Hay que confiar en que le
esquiven a uno... pero entiendo perfectamente la taquicardia y los sudores
fríos de los occidentales. ¡Cómo se agradecen los cruces con semáforo!
Dice el
marinero que el abuelo del Homestay del rio Mekong, que le trata tan bien y que
le ofrece siempre doble ración de comida (¿será por ser el huésped de más edad?),
le propuso ir al pueblo por la noche… ¿quizás a una casa de citas? Seguro que no, que se debía
referir a algún otro lugar… Si el abuelo bendecía la mesa… y presumía de su
Máster en Teología… y nos regaló una biblia bilingüe en vietnamita e inglés…
Afortunadamente el marinero, suele bajar la tapa del WC, pero en el
Homestay se olvidó de hacerlo varias veces… ¡¡¡y eso que le había dicho que
había visto en algún documental que las serpientes de río podían colarse por
las tuberías de los WCs!!!
Qué flexibles nos parecen los vietnamitas. No se acuclillan como nosotros,
de puntillas y con los muslos en horizontal. Ellos, como otros asiáticos, descansan
en esa postura, con los pies completamente plantados en el suelo, acercando sus
muslos al pecho, manteniendo las pantorrillas casi verticales. He oído decir
que es debido a que han acostumbrado a su talón de Aquiles a ser mucho más
flexible que el nuestro.
Muy rico el ‘aliño’ que ofrecen en todas partes: platito con sal, pimienta
y un trocito de lima. Se exprime la lima sobre las ‘especias’ y se remueven los
ingredientes.
Nuestro guía en la excursión por el Delta del Mekong (Can Tho), nos explicó
que tuvo que trabajar para pagarse su educación. Estudió historia e ilish. No hubo manera de que entendiera
ni dedujera que era lo que era ilish…
hasta que el marinero me aclaró que se refería a English. ¡Vaya, es terrible
que lo que haya estudiado sea inglés, English, y que algunos no entendamos ni
siquiera esa palabra en el idioma estudiado!
Diría que ya comenté en alguna entrada de este blog que no tiene sentido
hacer preguntas a las que los vietnamitas (o camboyanos) deban responder sí o
no porque siempre dirán que sí. Ya que un sí como contestación a una pregunta
negativa es un no de los nuestros. Cuando se les hace escoger entre una u otra
respuesta, la contestación suele seguir siendo sí (¡¿a ambas opciones?! ¡Desesperante!).
Como mucho, a veces se consigue una réplica… que tampoco es que ayude mucho
más: Same same but different.
Curioso: que las camareras de habitación de algunos hoteles lleven un
bolsito de calle colgado mientras
trabajan. Por cierto, las habitaciones (menos en Phu Quoc), las suelen hacer
entre 3 y 4 camareras de piso a la vez.
¡Que mariposas más grandes hemos visto en este país! ¿Quizás porque el alma
de la gente de aquí (hay quien cree que las mariposas son las almas de las
personas que han muerto) es también mucho más grande, más pura…?
Me resulta muy elegante cómo entregan el cambio en ambos países, los
billetes (no hemos visto ni una triste moneda) completamente estirados
ofrecidos con ambas manos y una ligera reverencia de cabeza.
Un día: Tensión acumulada por la sensación de que uno tiene que estar
continuamente intentando que no le cobren mucho más de lo que debieran, a pesar
de que uno entienda que lo intenten porque para ellos la diferencia significa
mucho dinero y para nosotros, casi nada, aunque quizás sobre todo porque en su
cultura el regateo es básico. De todas maneras, ¿de qué nos vamos a quejar los
españoles, picarescos por excelencia…?
Cuando veo campos de arroz, rice fields, tarareo automáticamente Strawberry fields forever, de los
Beatles.
Qué
estresante sería conducir un coche de noche. Aparte de las habituales señales
acústicas que todos los vehículos motorizados utilizan cada dos por tres para
advertir de su presencia, se añaden continuas señales luminosas.
Dos costumbres
de los vietnamitas: tender la ropa colgada en perchas y, en los hombres, dejarse
larga alguna uña de la mano. He visto así tanto la de los pulgares como las de
los meñiques. No sé a qué obedecerán cada una de las opciones ¿tocadores de
algún instrumento de cuerda vs hurgadores de oídos?
Excepto
en el centro antiguo de Hoi An, en el resto de lugares de Vietnam casi no
merece la pena que, como peatón, intente uno caminar por la acera, ya que se la
encontrará llena de motos, de bicis, de artículos destinados a la venta o de
las mesitas y sillitas de los bares-restaurantes (esas que a los occidentales
nos parecen para niños y en las que el marinero se queda atascado a menudo) y
acabará caminado por la carretera a cada pocos metros.
La
especie de bufido que en España suele ir acompañado con un cruce de brazos
indicando enfado, en Vietnam responde a un bufido
de confirmación.
Hay que
ir con cuidado con las vendedoras con cimbreante
bambú que se ofrecen, normalmente van en pares, a que se les saque una foto y
luego se pruebe cuánto pesa el bambú con las cestas cargadas de frutas que
llevan. Es entonces cuando te encasquetan su sombrero cónico para que tu foto
sea más ‘auténtica’… Luego habrá que darles una propina o comprarles fruta por
un precio bastante exagerado. Las encontramos por primera vez en Hoi An.
Por la tarde/noche, no sé si en toda la isla de Phu Quoc, en nuestra zona o
sólo en nuestro resort, se va la luz bastante a menudo. Menos mal que volvía o
la regeneraban en seguida. Mejor esto que que cuando llueva caigan goteras a
través de un techo de bambú, como les pasó a los alemanes que se alojaron en unas
románticas cabañas de Ong Lang Beach, o que haya mosquitos, hormigas, cucarachas,
ratas y hasta murciélagos en algún otro resort más salvaje, como indicaba uno
de los comentarios del Trip Advisor que acababa diciendo algo así como que
hubiera sido lo mismo acampar en una tienda en plena jungla.
Lo único
incómodo de que se fuera la luz era que, cada vez que volvía, se conectaba el ventilador que solíamos
tener apagado. Estaba programado así, no había manera de controlar estos modernísimos
ventiladores de las marcas de tecnología más puntera, ni siquiera a pesar del
mando a distancia que les complementaba. Si la luz se iba a media noche, la
puesta en marcha del ventilador, su aire, nos despertaba y nos desvelaba
ligeramente al apagarlo… pero, vaya, no nos quejaremos de estos lujos
tropicales.
Uno de
los hombres que estaba en el taller donde nos repararon la moto que alquilamos
en la isla, parecía jorobado, pero lo que tenía era el estómago tan metido, que,
cuando se sentaba ‘a lo asiático’, tocaba casi el suelo con su trasero. Lo que
me provocó escalofríos fue imaginármelo, por una foto que había visto de lo
pequeñas que eran las jaulas en las
que metían a los presos de la Coconut Prison, en una de ellas, bien ‘doblado’
para no tocar con su espalda el ‘alambre espinado’ que conformaba el techo y
los lados de la celda. ¿Sería uno de los supervivientes?
Interpreto que, cuando además de pizzerías, se empiezan a encontrar
restaurantes que anuncian tapas, uno se encuentra en un lugar extremadamente
turístico. Ocurrió en Phu Quoc.
Lo que
acabo, o empiezo, pensando en todos los viajes es que los niños pequeños son
iguales en todo el mundo. Igual de payasos, comediantes y chapoteadores de
charcos.
Y un
último apunte: No hay que olvidar que hay que mirar directamente lo que se
tiene alrededor, no sólo a través del objetivo/pantalla de la cámara de fotos.
Parece obvio… pero, sobre todo cuando se visita algo con prisas o porque toca,
sorprendentemente hay momentos en los que ¡no se hace!
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