miércoles, 19 de noviembre de 2014

Doha, Saigón y Cu Chi (Spaghetti lines, vendedoras de libros y las sandalias de la guerra del Vietnam)




Para ir a trabajar cojo el tren con destino al aeropuerto y cada día sueño con que pronto me toque a mí ser uno de los pasajeros que no se tengan que bajar en la estación de El Prat pueblo, sino de los que van una parada más allá, hasta El Prat-Aeroport, y poder volar a algún destino exótico. ¡Por fin es mi turno!

Volamos a Ho-Chi-Minh, aún llamada también Saigón, vía Doha, la capital de Qatar (por cierto, es la primera vez en mi vida que, como en tantas películas, preguntan en un avión en el que viajo si hay un doctor a bordo). Una vez en el aeropuerto de Doha, el marinero se escandaliza, como si fuera el más radical de los qataríes, de que me atreva a enseñar los brazos con mi camiseta de manga corta. A mí me da más reparo que caminemos abrazándonos hombro y cintura. Le pregunto a una chica que trabaja allí si ir en manga corta no está bien visto en ese aeropuerto. Me dice que la manga corta no es problema, as long as it’s not spaghetti lines it’s ok. Gracioso llamar a los tirantes líneas/tiras de spaghetti.

¡Qué difícil no ofender a nadie cuando se está en un país de cultura tan distinta! En Vietnam (en Asia en general) tendremos que ir con cuidado al dejar visible la suela de nuestro calzado (luego nos aclaran que son sólo los ricos los que se sienten ofendidos por esto) o en no indicar a nadie que se nos acerque como lo hacemos en Occidente, moviendo la palma de nuestra mano vertical hacia nosotros, sino acercándola hacia nosotros hacia abajo, porque si no sentirán que les estamos llamando como a los perros.

Viernes 14 de noviembre de 2014
Para mí Saigón era sinónimo de exotismo y misterio, pero no se lo he encontrado. Una pena. Creía por ejemplo que el famoso mercado de Ben Thanh iba a ser exterior y tradicional, pero es interior y de copias de todo tipo demarcas de ‘lujo’. El Hotel Rex, donde los periodistas que cubrían la guerra del Vietnam se alojaban y desde donde enviaban sus noticias, me pareció demasiado Occidental, un edificio demasiado lujoso, igual que la calle Dong Khai, llena de tiendas y hoteles de lujo de estilo demasiado europeo. No subimos al bar del Rooftop del Hotel Rex, que dicen que ofrece unas vistas fantásticas, aunque me permití dudarlo por las pocas plantas que parecía tener desde donde lo vimos. Como nuestro hotel también tenía un bar en la terraza en el ático, bastante popular en el Distrito 1, el Saigón antiguo, preferimos disfrutar de sus vistas, aunque no nos resultaron demasiado espectaculares. Supongo que subimos algo pronto, hacia las 17h, cuando aún hacían 32ºC bastante húmedos. Me costaba incluso respirar. Menos mal que había varias zonas en las que corría una ligera brisa. De todas maneras, sorprendentemente, me puedo imaginar pasando unas Navidades en este clima. Algunas lucecitas que había en la terraza y Christina Aguilera cantando Have Yourself a Merry Little Christmas, me pusieron perfectamente en situación y hasta me pude imaginar a los camareros transvestidos de Papa Noel. Rectifico, me los imaginé simplemente con el gorro de Papa Noel.

Lo que es maravilloso de Saigón y, según he oído, de todo Vietnam, es lo bien que se come por poquísimo dinero. En cualquier pequeño restaurante de Saigón se puede comer de maravilla probando distintos y exquisitos sabores por unos 3€ y beber por menos de 50 ct. De todas maneras, estoy segura de que también está riquísima la comida aún más barata que venden en los puestos callejeros.

Interesante, aquí en lugar de vendedores de rosas, CDs y DVDs, lo que hay son vendedoras de libros. Llevan una ristra de al menos unos 30 atados con un lazo. Parece que nos les pese nada. Se entiende por ser esta una zona, la del Sudeste Asiático, por la que viajan tantos mochileros durante meses que supongo que suelen intercambiarse libros a medida que los van leyendo. También venden guías de los países de la zona, muy apropiado.

Sábado 15 de noviembre de 2014
Fuimos a ver los túneles de Cu Chi, los que usaron los vietnamitas en la guerra para defenderse de los americanos y cogerles por sorpresa en la jungla. Es admirable y fascinante los que llegaron a construir. Increíble lo estrechos que son, y eso que dicen que los han agrandado (e iluminado) para que podamos verlos los turistas. En algunos tramos, los que no tengan claustrofobia y hayan salido antes (hay posibilidad de hacerlo cada 20 metros), uno tiene que acuclillarse completamente o incluso gatear. (Al día siguiente me noté las agujetas). No es de extrañar que los americanos se quedaran atascados en ellos y los vietnamitas aprovecharan para masacrarles. Qué terribles también esas trampas con bambús afiladísimos que también nos enseñaron.
Al final de la vista se podían disparar varios tipos de armas, incluidas un AK47 y un M30. ¡Cómo banalizamos las armas y la guerra! A la vuelta me gustaría ver de nuevo alguna película sobre la guerra del Vietnam, al menos Platoon y Apocalypse Now. Ambas me dejaron una sensación de desazón cuando las vi hará unos veinte años. Me gustaría revisar también Cyclo, sobre la mafia en Saigon, ahora que conozco un poquito esta ciudad; y para dulcificar un poco la imagen de Vietnam, revisaré El olor de la papaya verde.
Acabemos la descripción de la visita con una anécdota curiosa, las sandalias que utilizaban los vietnamitas en la jungla en la estación húmeda para que los americanos no pudieran seguirles: ¡la suela tenía la forma de una huella en opuesta dirección a la del pie!
En el próximo post: Delta del río Mekong.

P.S.: Veo que, o empiezo a ponerme al día y logro escribir nuestras aventuras a diario, o se me van a acumular demasiadas cosas que decir y no me va a apetecer escribir más.