sábado, 22 de noviembre de 2014

El Delta del Mekong (II) (Pho, fantasmas japoneses y serpiente para cenar)



Martes 18 y miércoles 19 de noviembre de 2014

El martes probé por fin, en el Homestay, el desayuno típico vietnamita, el phở, una sopa con ternera o cerdo, fideos de arroz y verdura. Me temo que, si puedo escoger, prefiero un desayuno americano o continental. Qué poco me integro en el país, ¿no?
El marinero sólo comió un par de fideos y algo de carne, así que, cuando dejó la mesa para ir a fumar, la abuela de la familia, que era la única que estaba en la casa en ese momento, se sentó frente a mí para acabar su desayuno. Hubo un par de momentos en los que nuestros ojos coincidieron de una manera muy intensa. Sonará raro, pero me sentí mirada por uno de esos fantasmas de larga melena de las películas japonesas, pero no como si mirara a través de mí, sino como si tuviera la capacidad de ver muy dentro de mí.

Hacia las 9h30 el padre y la madre de la casa nos llevaron a Can Tho. ¡Qué diferente de Ho Chi Minh! A pesar de la contaminación y el ruido a la llegada de la ciudad, nos pareció una ciudad mucho más relajada, con un ambiente ribereño e incluso vacacional. El paseo a la orilla del río me recordó al de Torrevieja.
Por la noche me encantó ver a los locales llenando ese paseo y los bares de la zona. Me sorprendió un poco porque era un día de diario y la inmensa mayoría eran adolescentes, tanto parejas como grupos de amigos. Disfruté también viendo que los jóvenes llenaban las terrazas de los bares del Distrito 1 de Saigón la noche del sábado. Deben ser los adolescentes de familias ricas, porque según nos explicó el guía que tuvimos la mañana del miércoles en nuestro paseo en barca por el Mekong, la educación no es gratuita (¡¿qué clase de comunismo/socialismo es este?!) y, desde muy jovencitos, los vietnamitas cuyas familias no pueden pagarles el instituto y la universidad, tienen que trabajar para pagársela ellos mismos.

La excursión que contratamos por el río fue privada, para nosotros solos, y duró unas 6 horas, desde las 5h30 de la mañana (sí, tocó madrugar) hasta las 11h30. Visitamos el mercado flotante de Cai Rang, el mayor del Mekong (que no me pareció tan enorme como me había imaginado, quizás faltaban todos los turistas que llegan más tarde procedentes de las zonas de alrededor o incluso de viajes organizados desde Saigón), seguimos con el de Phong Dien, que dicen que es el mejor por ser más local y sin tantas barcas a motor. Después de desayunar, piña en el primero y mangos en el segundo, donde también paramos en un bar flotante para tomar un café con leche condensada, como lo toman muchos vietnamitas, continuamos navegando por uno de los canales del Dragón de los nueve brazos. Esta fue la mejor parte del viaje, la que nos pareció más bonita, relajante y transportadora. Estábamos casi solos y rodeados de una vegetación frondosa y muy frutal. Aquello era paradisíaco, a pesar de que me recordase a menudo a alguna escena de, diría, Apocalypse Now.
Nos comentó el guía que estaba haciendo el mejor tiempo de los últimos días, no hacía mucho calor, esto quiere decir que empezamos el día con 24ºC y luego no subió mucho más que los 29ºC. Para él diciembre es su mes favorito porque la temperatura ronda los 22/25ºC.

De momento no nos ha llovido nada. Sólo cayeron un par de gotas, contadas, la noche del lunes durante la cena. La familia del Homestay se quiso poner a cubierto enseguida, como si el cielo fuera a descargar en pocos segundos, pero no ocurrió nada. Pensé que los locales sabrían distinguir las falsas alarmas de los diluvios, pero parece que no es así.
                                                                      
La habitación del hotel de Can Tho es la mejor en la que hemos estado nunca. Íbamos a coger una habitación standard, eso sí, con ventana (aquí hay que tener cuidado con lo que se reserva porque muchas habitaciones no tienen ventana, en el fondo quizás no importe porque lo que se utilizará para refrescar el ambiente no será ésta sino el ventilador o el aire acondicionado que todas las habitaciones suelen tener, pero a mí, no tenerla, me causa una sensación algo claustrofóbica), pero al enseñarnos la habitación Vip del ático que tenía una terraza llena de plantas preciosas con jacuzzi, como estaba de oferta por sólo 12 dólares más (unos 9,5€) que la habitación standard, no nos pudimos resistir. La primera noche en Can Tho, después de cenar, la pasamos allí, en el jacuzzi de nuestra terraza tropical. Esto podría ser calificado de ‘lujo asiático’, ¿verdad?


En la cena de la segunda noche, el marinero comió serpiente… aunque sin gafas… por si acaso. Yo la probé, pero no me pareció nada especial. El marinero comentó que una vez se acostumbraba uno a la textura, algo dura, y a lo picante de la salsa saté que la acompañaba, el plato era una delicatessen.
En el menú de ese restaurante también se podía encontrar, aparte de serpiente y cocodrilo cocinados con distintas salsa, ratas de campo.

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